La crisis de calidad del contenido online

Durante muchos años se ha estado hablando de la muerte de los blogs por la irrupción de las redes sociales. El tiempo ha demostrado que los blogs cumplen una función muy distinta y están muy activos sobre todo por su papel en el posicionamiento de los sitios web. Antes, redactar un post suponía buscar un momento de tranquilidad, sentarse y disponerse a escribir con tu ordenador de amplio teclado.

La tranquilidad está en peligro de extinción en nuestra sociedad y los móviles no han hecho más que reducir aún más esos momentos en los que no había nada que hacer. Es por ello que leemos rápido, adelantamos los vídeos y buscamos las soluciones a los acertijos en Google. La paciencia está en los niveles más bajos de la historia de la humanidad, un dato inversamente proporcional al nivel de información que recibimos diariamente: en torno a 34GB y subiendo.

Y entonces se universaliza el vídeo para dar respuesta a todas nuestras necesidades de consumo fácil. El vídeo se ha extendido rápidamente por todas las plataformas que lo han incorporado, YouTube ha perdido la exclusividad y Facebook se ha apropiado de una importantísima cuota de mercado en el sector. Sus acertados movimientos han facilitado esta absorción: la autoreproducción, los vídeos relacionados o la opción de seguir la reproducción mientras navegas por el muro. Los vídeos ya forman parte del ecosistema de Facebook de forma natural y con duraciones que mayoritariamente bajan de los 2 minutos.

La pausa, reflexión y desarrollo de las ideas están en crisis en todos los sectores. Lo saben bien los medios de comunicación para los que vende más un titular viral que un buen artículo. Vivimos en una sociedad de comida enlatada, música pegadiza y contenido reducido, donde queremos que nos lo pongan fácil, inmediato, y que no haya que hacer más esfuerzo que hacer click en un botón.

En este contexto es normal que todos los formatos se estén adaptando a la ley del mínimo esfuerzo, los memes, recetas express, minivídeos y demás son clara muestra de esta tendencia. Las marcas saben que el minicontenido se consume más y están adaptando sus comunicaciones a estos nuevos formatos. Los partidos políticos también lo saben y se esfuerzan más en crear infografías que son rápidamente compartidas que en desarrollar sus programas políticos.

La reducción de la extensión del mensaje no tendría que acompañar, necesariamente, a la reducción de la calidad del contenido. Pero son demasiados casos los que lo confirman y pocas son las excepciones. Debemos hacer un esfuerzo por adaptarnos a este nuevo contexto mejorando siempre nuestra comunicación.

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